Fueguinos prologo

Los fueguinos 

AUTOR Martín Gusinde (1886-1969)

Sacerdote y etnólogo nacido en Breslau, Alemania, y muerto en Viena, Austria. Después de sus estudios secundarios ingresó a la Congregación del Verbo Divino y a la Universidad de Berlín donde obtuvo su título de doctor en ciencias naturales y en medicina.

Ejerció como médico en el Hospital de Viena. En 1912 llegó a Chile para cumplir tareas docentes y misioneras. No contento con ellas amplió sus actividades hacia las investigaciones antropológicas y etnológicas. Trabajó en el Museo de Historia Natural, que en aquellos años se llamaba Museo de Etnología y Antropología de Santiago a las órdenes del sabio arqueólogo Max Uhla. En 1918 centraliza sus investigaciones en el estudio de la vida y costumbres de los indios fueguinos, las que continúa con visitas frecuentes a la zona los años 1920, 1922 y 1923. Gracias a los estudios de Gusinde se echó por tierra el prejuicioso concepto de que los fueguinos constituían una raza inferior. En su monumental obra en tres todos Die Fcuerland-Indianer (Los indios de Tierra del Fuego), publicada en Viena en 1937 dice que uno de los pueblos fueguinos, los yaganes o yámanas, han desarrollado su cultura material hasta aquel grado que lo permite su ambiente y su cultura atestigua en forma elocuente sus facultades intelectuales. Opina, además, que muchos europeos al ser trasladados al ambiente fueguino no serían capaces de crear una cultura semejante. Insiste nuestro autor en que el fueguino se deja guiar en sus acciones, no por pasiones ciegas, sino por una larga y sólida reflexión. Actúa según un plan preconcebido, discute con sus compañeros los medios apropiados para llegar a su fin y observa con agudeza como avanzan sus iniciativas. El fueguino tiene profundo respeto por las enseñanzas de sus antepasados, busca la paz y evita los conflictos; es bondadoso y complaciente, es veraz y celoso de sus deberes; respeta la propiedad ajena, pero está listo para defender lo que le pertenece. Gusinde tiene también hermosas páginas destinadas a describir la vida religiosa de los fueguinos, expresión de su profunda espiritualidad.

El gran mérito de Gusinde es el habernos procurado conocimientos básicos sobre la cultura espiritual de las tres tribus fueguinas que él estudió detenidamente. Costumbres, máximas morales, creencias religiosas y riqueza folklórica están en su obra gigantesca ya mencionada, Los Indios de Tierra del Fuego en sus tres volúmenes: el que dedicó a los onas (Die Selknam), el que dedicó a los yaganes (Die Yamana) y el tercero, que tituló Antropología de los indios fueguinos, publicados entre 1932 y 1939. Una versión castellana resumida de toda esta obra fue publicada en 1951 en Sevilla con el nombre Los fueguinos.

Finalmente, hay que agregar que Gusinde ha prestado atención al problema de las matanzas y exterminación de los fueguinos por los blancos. Atribuye a los métodos de exterminación aplicados por el blanco, como matanza y veneno, importancia decisiva para la extinción de los onas (tomo III). En cuanto a los yámanas y alacalufes opina que han sido las enfermedades infecciosas importadas por el blanco las que han causado su rápida extinción (tomos II y III).

Hasta el día de su muerte, el antropólogo misionero estuvo preocupado del estudio de los pueblos primitivos. Con este fin, hizo viajes de investigación a Sudáfrica, Nueva Guinea, China y Japón, el Congo y las Filipinas.




Prólogo

A los pueblos salvajes que viven en la temida y helada Tierra de Fuego se refiere la presente obra. En forma alguna se trata de la descripción de un viaje a la que estamos acostumbrados. Con la idea de ir en busca de aventuras, no he hecho un desplazamiento al lejano y casi desconocido archipiélago meridional del Nuevo Mundo. Quería ver y conocer a los indios que allí vivían y compartir con ellos sus quehaceres ordinarios en la más estrecha convivencia.

Merced a las modernas ciencias sobre el hombre, principalmente a la Etnología, Prehistoria y Antropogeografía, se ha llegado a la conclusión de que los fueguinos representan un resto del más antiguo estrato poblador de América. Por ello se aproximan más que ninguna otra tribu a la primitiva forma de vivir que tuvo la Humanidad. Se le califica de «pueblo primitivo», pues su organización y costumbres, bienes materiales y espirituales, constituyen una segura línea de retroceso para saber las condicione de la existencia y la forma de vivir de los primeros representantes de nuestro género en este globo terráqueo. ¿A quién no le agrada pensar cómo ha vivido y trabajado la Humanidad en sus primeros días, y cómo ha pensado y sentido?

Para quienes la profesión de etnólogos constituye un terreno apropiado para desahogar en ella su ilimitada fantasía, sin preocuparse de su deber a la verdad histórica, han dibujado de palabra y gráficamente una repugnante caricatura de los primeros representantes de nuestro género. Quien en este libro busque algo parecido, abandone inmediatamente su lectura.

En la más concisa forma de exposición, pone de manifiesta la estricta realidad que yo, consciente de mi deber de investigador, he captado al cabo de dos años y medio de experiencia, observándolos con vista y oídos muy atentos, al mismo tiempo que con una especial simpatía. Estos hombres primitivos de la Tierra de Fuego, tan poco conocidos como menospreciados, me ofrecieron amablemente no sólo sus valores culturales externos, sino también los más celosamente guardados, llegando a ser yo considerado en sus ceremonias secretas como un miembro más de la tribu.

Hablaré de «mis» indios. Pero nadie crea que quiero recompensar su manifiesta preferencia para conmigo con una descripción de color de rosa. No necesito acudir a exageraciones, pues encontré en ellos tantos rasgos de nobleza y tantas cosas con sentido, que no hacía falta inventar nada. Con más detalles se informa sobre ellos en mi obra anteriormente publicada, Die Feuerland-Indianer, tres volúmenes, Wien-Modling, 1931-1939.

A quienes agrade esta descripción, les invito cordialmente a que se traslade en la primera ocasión que tenga a la Tierra de Fuego y, como yo hice, pase unos dos años en la más estrecha comunicación con sus primitivos indígenas. Regresará con los mismos resultados y experiencias que se exponen en las páginas ulteriores.